lunes, 16 de mayo de 2011

Los gases de efecto invernadero

El dióxido de carbono no es el único responsable del cambio climático.
Son conocidos por su influencia en el calentamiento global, los gases de efecto invernadero o(GEI) no son en realidad un problema. La verdad es que resultan imprescindibles para mantener la temperatura del planeta, pero la actividad humana ha aumentado su número y ha alterado su equilibrio natural. El dióxido de carbono (CO2) es el más conocido, pero no es el único: el vapor de agua, el metano, el ozono y otros gases con nombres más difíciles de pronunciar, como el trifluorometano, son también compañeros de grupo.
Los científicos reconocen que hacen falta más estudios para entender por completo el funcionamiento de estos gases de efecto invernadero y su influencia en el clima.

Los GEI son un elemento esencial para la vida en la Tierra: sin ellos, el planeta sería un bloque de hielo. Si en un invernadero la cobertura plástica evita la pérdida del calor y conserva una temperatura estable, en la Tierra estos gases consiguen un efecto similar. Su presencia en la atmósfera permite beneficiarse de parte del calor que envía el Sol.

Los GEI principales son de origen natural. El problema surge en cuanto la cantidad de dichos gases aumenta porque se altera el equilibrio natural y el clima se comporta de manera distinta. La gran industrialización, con el uso masivo de combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas) y todas las actividades humanas derivadas, como el transporte o el uso intensivo de la agricultura y la ganadería, contribuyen desde el siglo XIX a incrementar estos gases.

El aumento de los GEI es asociado también a otros problemas antropogénicos (causados por el ser humano) para el medio ambiente. La deforestación ha limitado la capacidad regenerativa de la atmósfera para eliminar el dióxido de carbono (CO2), uno de los principales GEI.

Expertos han descubierto que no todos los gases producen el mismo efecto, por lo que han elaborado unos parámetros para medir su influencia real: su impacto se expresa en cantidades de CO2 equivalente. De esta manera se ha descubierto que el metano es un gas con un efecto invernadero más potente que el CO2. Pero, las actividades humanas como el transporte o la industria emiten tal cantidad de CO2, que su contribución final en el efecto invernadero es mayor que la del metano.

Mientras que se van recogiendo nuevos datos, los expertos subrayan que la proporción en el efecto definitivo de estos GEI podría oscilar. Se apunta a la industria o al transporte como los principales responsables del aumento de estos gases, pero las actividades agroganaderas tendrían un efecto más importante del que parece. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) recuerda que la ganadería genera óxido nitroso (296 veces más perjudicial que el CO2) y metano (23 veces más perjudicial que el CO2).

Gran parte de la comunidad científica internacional está de acuerdo en la importancia de reducir la emisión de estos gases. Para esto, se proponen diversas medidas: hacer sustituir los combustibles fósiles por energías renovables, asumir de forma plena un mercado de emisiones de GEI, aplicar medidas de eficiencia energética, aumentar la reforestación y, en definitiva, introducir en la sociedad prácticas de desarrollo sostenible en todas las actividades humanas.

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